La mirada ajena, generalmente, me produce malestar, incluso miedo. A la de los seres humanos me refiero, la de los animales es inocente. Y es que miramos juzgando. Cuando era niña acostumbraba a quedarme mirando a las personas, en los tranvías por ejemplo; no miraba exactamente, sino que participaba de aquello que miraba. Me introducí ...a en quienes tenía delante, vivía en ellos. Sin ser conciente de ello, por supuesto, simplemente me ausentaba de mí. Era una mirada inocente. Una mirada sin sujeto y sin objeto. Casi no era mirada. El juicio, en cambio, es el principio de las diferencias. La mirada que enjuicia compara, elabora, crea al otro. No me gusta sentirme otra: el otro siempre está sólo. (Chantal Maillard)
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