“Escribir: para no dejarle el lugar al muerto, para hacer retroceder al olvido, para no dejarse sorprender jamás por el abismo. Para no resignarse ni consolarse nunca, para no volverse nunca hacia la pared en la cama y dormirse como si nada hubiera pasado” (Hélène Cisoux, 'La llegada a la escritura', fragmento).

jueves, 26 de mayo de 2011

Au Bord de la Marne – Henri Cartier Bresson

LOCURA - Carlos Skliar -

Heracles supo, entre la desesperación y el aborrecimiento, que de la locura no se regresa impune. Que los excesos desmedidos causan la ira de los dioses y que no se puede aterrorizar al mundo con guerras y masacres sin pagar las consecuencias. Heracles, se sabe, es el nombre de un héroe popular que, entre otras percepciones, encarna el mito de la travesía por la frontera entre la cordura y la locura. Siendo cuerdo abusó de despotismo y fue enloquecido por Hera; al recuperar su cordura, no quiso permanecer con nadie para no tentarse de poder y se sumergió en una absoluta oscuridad. Un poco después fue condenado a la más pura de las ambigüedades: la inmortalidad junto con la servidumbre. La amistad de algunos y el decorrer del tiempo lograron consolarle. Heracles, tal vez desde niño, deambuló riesgosamente entre la demasiada cordura y la demasiada locura .
Es sabido que en los mitos griegos los dioses eran impacientes y que repetidamente gustaban de enloquecer a quienes los desobedecieran. Y queda latente la presunción generalizada, aunque poco auspiciosa, que aún hoy estamos divinamente expuestos a ello. En verdad, estamos a un instante, a un segundo, a un paso, a un milímetro o bien a una palabra de ser definidos como rozando el límite de la cordura, es decir, sin más: al borde de la locura.
El límite es exactamente ése: una frontera que se cruza tan veloz e imperceptiblemente que nunca podría entenderse la distinción, vanamente enciclopédica, entre la locura y la cordura.
Pues en vez de pensar en la Vida y la Muerte, en Dios o en la Nada, en la Verdad o en la Mentira, en la Teoría y la Práxis, entre otras fétidas lógicas, siempre es mejor sostener la idea que el principio organizador de nuestras pasiones, de nuestros sentidos y sinsentidos, reposa en el hecho que no hay nada ni nadie que se constituya y habite lejos de la frontera entre la locura y la cordura. Lo indignante es que algunos, sólo algunos, puedan ser tildados de eso o de aquello, cuando en realidad todos somos y estamos en un tránsito inquieto, ora de un lado, ora de un otro, la mayoría de las veces confundidos y sin una pizca de referencia.
Si hay una lucha que trabar, si hay una verdadera disputa política, filosófica y poética entre los hombres, esa cuestión es la de la locura y la cordura. Pues si hay vida humana en otros planetas, si el neoliberalismo nos ha dejado sin nada, si las mujeres son un misterio irresoluto, si todo hombre es un potencial canalla, si el calentamiento del planeta puede resolverse, si hay Dios, Dioses, o esclavos sometidos a la idea de Dios y de Dioses, si la astrología es una ciencia o una impaciencia, si hay una ética universal o particular, si otro mundo es posible, si los conceptos han muerto o están a la espera de un mejor orador, todo, absolutamente todo, depende de ese primer principio organizador.
Muchos ya han tocado la cordura y la locura con sus propias manos. Y demás está decir que una cosa es la locura –la atribución de un estado de naturaleza a veces romántica, otras veces trágica- y otra totalmente distinta es la desoladora indisposición de quien la padece.
Cometer actos de locura, volvernos locos por algo o por alguien, hacer una locura en el sentido de travesura, el niño que enloquece a su maestra, la maestra que enloquece a su alumno, enloquecerse por una música, una lectura, etc., nada tienen que ver con la alienación o con la enajenación o con el desamparo. Nietzsche acabó demente siendo poeta y por la poesía; Hölderlin permaneció loco demasiado tiempo preso de una inagotable obsesión por la escritura divina . Los ejemplos abundan y habrá que distinguir, en todos los casos, una descripción hecha desde fuera de la insanía de Nietzsche o de Hölderlin, con el padecimiento, con el sufrimiento en el cuerpo mismo de Nietzsche o de Hölderlin.
Habría que estar muy atentos, en todo caso, al lugar que nos cabe en relación a los demasiado cuerdos. Aquellos que acatan y ejecutan sin más las más absurdas normas y leyes. Aquellos que miran todo con reluctancia y recelo. Aquellos que se protegen todo el tiempo, inclusive, de insignificantes desórdenes. Aquellos que se ofenden con el libre albedrío. Aquellos que juzgan desde la sombra de sus párpados y se ofenden con los juegos, las danzas, las piruetas, las metáforas y las conversaciones desafinadas.
La exageración de la cordura ha cometido crímenes de lesa humanidad. Aunque los demasiado cuerdos se muestren pulcros y prolijos, más temprano o más tarde, se descubre su infausta estirpe. Y no sería razonable tildarlos de demasiado locos, de demasiado insanos. Porque los demasiado locos están en otro sitio. Y sólo desean reconciliarse con dioses que no existen.

LOCURA (1):
(De loco). Privación del juicio o del uso de la razón. Acción inconsiderada o gran desacierto. Acción que, por su carácter anómalo, causa sorpresa. Exaltación del ánimo o de los ánimos, producida por algún afecto u otro incentivo.

LOCURA (2):
(...) Si pudieseis mirar desde la luna, el oleaje enorme del género humano, supondríais estar viendo un enjambre de moscardones y mosquitos, peleando entre sí, luchando, tendiéndose lazos, robándose, mofándose unos de otros, y, en fin, naciendo, enfermando y muriendo incesantemente. Nadie podría imaginar los trastornos y las desdichas de que es capaz un animalillo tan pintoresco y vil y de vida tan efímera como es el hombre. En un combate, o bajo el azote de una peste, se aniquilan y desaparecen en breve lapso millares de personas", (Erasmo de Rotterdam, ‘Elogio de la locura’).

LOCURA (3):
“Los filósofos pobres son filósofos dos veces y si son filósofos dos veces y pobres una vez, entonces son filósofos tres veces y pobres ninguna. Porque la filosofía es ver lo que existe en lo que no existe y al lado de la filosofía calma de los conceptos existen las perturbaciones visuales que se balancean entre la mezquina miopía y las alucinaciones intrigantes. Ver en medio de lo invisible una cosa es ser filósofo o alucinado. Si después de ver, el hombre habla calmo es filósofo. Si después de ver, el hombre habla sobresaltado, es loco” (Gonçalo Tavares, ‘Biblioteca’).

martes, 24 de mayo de 2011

La Nona

                                                               Fotografía de C.M.

Inocencia

                                                                Fotografía de C.M.

domingo, 22 de mayo de 2011

ESPACIOS Y EXISTENCIAS NEGADAS - Claudia Montero (2011)



Espacios ahogados de anonimatos. Existencias sumergidas en constantes condicionamientos de  pretenciosos repertorios del DEBER SER.
Lugares conquistados por ilusorios y omnipotentes poderes engendrados en la avaricia intelectual de algunos, en la indiferencia afectiva de otros y en el temor obsesivo e ignorante de desdibujar o perder su propia identidad.
Dimensiones habitadas por cuerpos imperfectos, por inteligencias maltratadas, por exóticos e incomprendidos modos de manifestarse.
Son estos, tiempos urgentes de transformar estas realidades, tiempos de crear posibilidades de cambio, para que cada Ser pueda, en el legítimo derecho que la vida misma autoriza, poder existir con sus singularidades, extrañezas, originalidades y diferencias.
Condiciones de lo humano, que enriquecen y dignifican la historia de  la humanidad.             

Fernando Pessoa

Reseña biográfica
Poeta, ensayista y traductor portugués nacido en Lisboa en 1888.
Es la figura más representativa de la poesía portuguesa del siglo XX. Sus primeros años transcurrieron en Ciudad del Cabo mientras su padrastro ocupaba el consulado de Portugal en Sudáfrica.  A los diecisiete años viajó a Lisboa, donde después de interrumpir estudios de Letras alternó el trabajo de oficinista  con su interés por la actividad literaria.
La influencia que en él ejercieron autores como Nietzsche, Milton y Shakespeare, lo llevaron a traducir parte de sus obras y a producir los primeros poemas en idioma inglés. Dirigió varias revistas  y pronto se convirtió en el propulsor del surrealismo portugués.
"Mensaje" fue su primera obra en portugués y única publicada en vida del poeta. Parte de su obra está representada por los numerosos heterónimos creados durante su vida, siendo los más importantes  Alvaro de Campos, Ricardo Reis y Alberto Caeiro.
Falleció en Lisboa en 1935. ©



Esto

Dicen que pretendo o miento
En cuanto escribo. No hay tal cosa.
Simplemente
Siento imaginando.
No uso las cuerdas del corazón.

Todo cuanto sueño o pierdo,
Que pronto cae o muere en mí,
Es como una terraza que mira
Hacia otra cosa más allá.
Esa cosa me arrastra.

Y así escribo en medio
De las cosas no junto a mis pies,
Libre de mi propia confusión,
preocupado por cuanto no es.
Sentir? Dejemos al lector sentir!

(? 1933)
Versión de Rafael Díaz Borbón

lunes, 16 de mayo de 2011

MARÍA ZAMBRANO - Biografía y algunos escritos

María Zambrano                                            

Nacimiento:22 de Abril de 1904
Defunción:6 de Febrero de 1991

Pensadora, ensayista y poeta española nacida en Vélez, Málaga, en 1904.Hija del pensador y pedagogo Blas José Zambrano, hizo sus primeros estudios en Segovia. En Madrid estudió Filosofía y Letras con Ortega y Gasset, García Morente, Besteiro y Zubiri. Vivió muy de cerca los acontecimientos políticos de aquellos años, de cuya vivencia fue fruto su primer libro «Horizonte del liberalismo» en 1930. Entabló amistad con importantes poetas y pensadores de la época como Luis Cernuda, Jorge Guillén, Emilio Prados y Miguel Hernández, entre otros.Finalizada la Guerra Civil, salió de España en enero de 1939, dejando atrás todo lo suyo, exiliándose inicialmente en Paris donde entabló amistad con Albert Camus y con René Char. Posteriormente vivió en México, La Habana y Roma, desarrollando una gran intensidad literaria y escribiendo algunas de sus obras más importantes: «Los sueños y el tiempo», «Persona y democracia», «El hombre y lo divino» y «Pensamiento y Poesía» entre otros. Después de 45 años de exilio regresó por fin a Madrid en 1984. En 1988 le fue reconocida su obra con el Premio Príncipe de Asturias y el Premio Cervantes.Falleció en Madrid en 1991.

Los textos que aparecen en este vínculo han sido tomados de la excelente publicación,
"La llama sobre el agua", edición de María Fernanda Santiago Bolaños, con ilustraciones de Ramón Pérez Carrió.
(Ediciones Aitana, Comte d' Altea, 10  Altea, Alicante.)

El templo y sus caminos

     Una tinieblas que prometen y a veces amenazan abrirse. Y es difícil creer que quien recorre tal camino no se vea acometido por el tempor y un temblor casi paralizantes. Es la luz de un viaje más bien extrahumano, que el hombre emprendía asomándose al lado dé allá, a ese lado al cual se supuso, cada vez con mayor ligereza, que sólo se asoman los místicos. Es la luz que se vislumbra y la luz que acecha, la luz que hiere. La luz que acecha en la inmensidad de un horizonte donde perderse parece inevitable, y que hiere con un rayo que despierta más allá de lo sostenible, llamando a la completa vigilia, ésa donde la mente se incendiaría toda.
Zambrano, M.: "La respuesta de la Filosofía", en Los bienaventurados, Madrid,
Ed. Siruela, 1990, pp. 80-81

Geografía de la aurora

     Y las piedras preciosas, esas grutas de esmeraldas que nacen en sueños y al soñante acogen tan de verdad que éste conserva en la vigilia las huellas del tacto, a veces hecho memoria tanto o más que un lugar simplemente natural; y el color que sin nombre sostiene la retina por años, por duraciones sin fin, ese color visto tan sólo en sueños y ese felicísimo estar en la gruta, y aun el poder volver a ella encontrándola en tierras lejanas bañadas por otra luz. ¿Cómo suceden, cómo están ahí asequibles aunque no enteramente, y sin sombra alguna de terror, cosa tan extraña a toda gruta desconocida, por insignificante que sea? Este no tener, y no esperar, este estar sin esfuerzo alguno, esta patria perdida o esperada, donde se ha entrado sin saber cómo ni por qué, sin esperanza ni temor. Y ese vivir sin anhelar, ni apetecer, sin añorar sin soñar, duerme al fin en su gruta sin soñar señor alguno, que le haya herido y sin soñarse él a sí mismo, olvidado de toda herida.
     El ciervo reposa sin herida, apoyada su cabeza sobre una piedra, flor azul.
Zambrano, M.: "Geografía de la Aurora", en De la Aurora, Madrid,
Ed. Turner, 1986, p.106



La mirada

     Sólo cuando la mirada se abre al par de lo visible se hace una aurora. Y se detiene entonces, aunque no perdure y sólo sea fugitivamente, sin apenas duración, pues que crea así el instante. El instante que es al par indeleblemente uno y duradero. La unidad, pues, entre el instante fugitivo e inasible y lo que perdura. El instante que alcanza no ser fugitivo yéndose.
Inasible. El instante que ya no está bajo la amenaza de ser cosa ni concepto. Guardado, escondido en su oscuridad, en la oscuridad propia, puede llegar a ser concepción, el instante de concebir, no siempre inadvertido.
     Y así, la mirada, recogida en su oscuridad paradójicamente, saltando sobre una aporía, se abre y abre a su vez, "a la imagen y semejanza", una especie de, circulación. La mirada recorre, abre el círculo de la aurora que sólo se dio en un punto, que se muestra como un foco, el hogar, sin duda, del horizonte. Lo que constituye su gloria inalterable.
Zambrano, M.: "La mirada", en De la Aurora, Madrid,
Ed. Turner, 1986 p. 35


viernes, 13 de mayo de 2011

Tiempo

Nos desliza, nos detiene,
nos acelera, nos entorpece.
sin darnos pausa, desautoriza nuestra pereza.
Tiempo impertinente que irrumpe
en el silencio y en el bullicio.
En la calma de una caricia
y en la exaltación del carcajeo.
Tiempo acorralando nuestro Ser,
enajenando emociones y razones.
Tiempo que permite y que prohibe,
que anuda y que libera.
Tiempo que nos desafía al encuentro
con el otro, con nosotros.
Tiempo que en medio de la nada
o sumergido en una muchedumbre,
nos ofrece la posibilidad del suceso.
Más allá del resentimiento o el gozo
nos concede la existencia para que con ella,
goteándose en diferentes ritmos,
tengamos las treguas del durante.

Claudia Montero  (2011)

Chantal Maillard

¿PARA QUÉ SIRVEN LOS EXTRANJEROS?

¿PARA QUÉ NOS SIRVEN LOS EXTRANJEROS?[1]
JORGE LARROSA

Mantener despierto el dolor y provocar el deseo (...), esa
es la tarea del verdadero educador en nuestro tiempo.
(M. BUBER)
El extranjero te permite ser tú mismo haciendo, de tí, un
extranjero.
(E. JABÈS)




La comprensión, se nos dice, tendría una estructura reflexiva, sería
algo así como un movimiento de ida (hacia el otro) y de vuelta
(hacia uno mismo). Toda comprensión es retorno, dice Gadamer
siguiendo a Hegel: “Reconocer en lo extraño lo propio, y hacerlo familiar,
ese es el movimiento fundamental del espíritu, cuyo ser no es sino el
retorno a sí mismo desde el ser del otro”. Y Ricoeur, como en un eco:
“Es el crecimiento de la propia comprensión de sí mismo (del intérprete)
lo que éste persigue a través de su comprensión del otro. Toda hermenéutica
es entonces, implícita o explícitamente, autocomprensión por
medio de la comprensión de otros”.
En la comprensión, el movimiento hacia el otro sería un momento
mediador de la relación del intérprete consigo mismo. El otro no sería
sino un rodeo, quizá necesario, en la permanente construcción y reconstrucción
de lo mismo, la diferencia no sería sino un medio para el
fortalecimiento de la identidad, la negatividad no sería sino un momento
en el proceso de constitución de un sentido positivo, la comprensión del
otro no sería sino una parte del trabajo requerido para el crecimiento de
la autocomprensión. La estructura de la comprensión configuraría así al
otro como un elemento en el juego de lo mismo, un juego en el que su
identidad estática quedaría provisionalmente afectada por una cierta
negatividad más o menos trucada de modo que el otro quedaría determinado
como el lugar de una cierta resistencia en el que el intérprete se
afectaría a sí mismo, se alteraría hacia sí mismo. Esquemáticamente:
Mismo (Otro) = Mismo.
Desde este punto de vista, quizá la locura no sea sino lo otro en
relación a lo que la razón construye la imagen que tiene de sí misma,
quizá la infancia no sea sino lo otro en relación a lo que la madurez
construye la imagen que tiene de sí misma, y quizá los extranjeros no
sean sino los (culturalmente) otros en relación a los que nosotros estamos
empezando a fabricar una imagen de nosotros mismos, de nuestra cultura
y de nuestra casa en la que podamos reconocernos de una forma relativamente
confortable.


[1] Extracto de artículo completo con el mismo nombre. http://www.scielo.br/pdf/es/v23n79/10850.pdf

domingo, 8 de mayo de 2011

Presente

/presente/ Carlos Skliar 


“El tiempo no sale del presente, pero el presente no deja de moverse, mediante saltos que tropiezan unos con otros. Tal es la paradoja del presente: constituir el tiempo, pero pasar a ese tiempo constituido”. La cuestión es que poco más puede decirse del presente, más allá de su movimiento y su imposibilidad de salida, más acá de los saltos y los tropiezos. O, en todo caso, sí que puede explicarse el presente. Pero es incomprensible. Presente, no en el sentido de lo contemporáneo o de la época, o del tiempo que nos toca vivir. Presente, con el signo de lo que acaba de pasar y no es pasado. Presente, bajo la inquieta sensación de lo que vendrá y no es futuro. Presente como la palabra dicha y ya ineficaz, ya yaciente. La actualidad es una de las caras visibles del presente, pero los medios la han secuestrado haciéndola pasar como actual asesinato, actual político, actual sismo, actual tragedia, actual tránsito, actual tiempo y temperatura. Pero actualidad no es presente. No está presente. Está impuesta, es su impostora. En el presente recibimos con pasividad la actualidad, no es lo actualizado nuestro porque aún no lo sabemos. Tampoco el presente es lo vigente. La vigencia de lo que se hace, lo que se dice, lo que se piensa, lo que se cree, lo que se escucha, tiene más que ver con cómo alguien se hace presente y no tanto con su presente. Hay formas de hacerse presente que, inclusive, nada tienen que ver con el presente. Ficciones de identidad, por ejemplo. O ejercicios de desplazamiento. ¿Acaso se piensa el presente, en el presente? ¿O es pura maquinaria de sensación y percepción, aún no pensamiento? El presente mira, sobre todo. Y escucha, además. Los ojos y los oídos están en el presente. Y la piel, no la envoltura, no la epidermis recelosa, la piel de porosidad sin límites. ‘Cuerpo presente’, la única expresión verosímil; mucho más que ‘estar presente’ o ‘presentarse’ o ‘hacerse uno presente’ o decir: ‘presente’. Los ojos miran y es el único momento en que mirar quiere decir no juzgar, no interpretar, no inferir, no dictaminar, no interpelar. Los oídos escuchan y es la única vez en que escuchar quiere decir dejar pasar uno a uno los sonidos cuya llegada es irrefrenable. La piel recibe, no ejecuta, no elabora, no transforma sensación en sentimiento, ni pasión en pasaje, ni padecimiento en sufrimiento. Sin embargo, enseguida, súbitamente, se hacen presentes las palabras. Y toman cuenta de los ojos, los oídos y la piel. Las palabras alrededor y dentro de la mirada. Las palabras en medio del escuchar. Las palabras que deciden cómo sentir lo sentido, cómo percibir lo percibido. Las palabras están antes o después del presente. Se conjugan en dos tiempos: una cada vez más remoto, otro cada vez más intangible. El único tiempo que asiste al presente, el gerundio, es el más efímero de los tiempos verbales: estar pensando, estar sintiendo, estar percibiendo, en fin: estar siendo. Y dejar de serlo. Por que el presente es un murmullo ininteligible, el más huidizo de los tiempos, un sonido que parece nombrar al mundo, pero que se repliega hacia la intimidad en busca de sosiego y respiración. Todo lo hace en un segundo y no admite que el segundo ya no es. Ya no se es ése sujeto que habitaba en ese segundo. En todo caso, el presente masculla, balbucea, tartamudea y gime destemplado. No hay silencio en el presente. Pero tampoco hay lengua constituida. Es intraducible el presente y está antes que la traducción la lengua que lo pronuncia.  Aún cuando todas las palabras del universo quieran ocuparse del presente para tornarlo actual, vigente, existente.  Y no hacen más que volverlo sordo, ciego, insensible. Incapaz de toda pretensión de quietud, de sosiego, de anonimato. Desfiguran el presente hasta hacerlo omnipresente.  

Anduve por el dorso de tu mano, confiada... (Chantal Maillard)

Anduve por el dorso de tu mano, confiada,
como quien anda en las colinas
seguro de que el viento existe,
de que la tierra es firme,
de la repetición eterna de las cosas.
Mas de repente tembló el universo:
llevaste la mano a tus labios
y bostezando abriste la noche
como una gruta cálida.

Llevabas diez mil siglos despertando
y el fuego ardía impaciente en tu boca.

De "Hainuwele" 1990