“Escribir: para no dejarle el lugar al muerto, para hacer retroceder al olvido, para no dejarse sorprender jamás por el abismo. Para no resignarse ni consolarse nunca, para no volverse nunca hacia la pared en la cama y dormirse como si nada hubiera pasado” (Hélène Cisoux, 'La llegada a la escritura', fragmento).

domingo, 8 de mayo de 2011

Presente

/presente/ Carlos Skliar 


“El tiempo no sale del presente, pero el presente no deja de moverse, mediante saltos que tropiezan unos con otros. Tal es la paradoja del presente: constituir el tiempo, pero pasar a ese tiempo constituido”. La cuestión es que poco más puede decirse del presente, más allá de su movimiento y su imposibilidad de salida, más acá de los saltos y los tropiezos. O, en todo caso, sí que puede explicarse el presente. Pero es incomprensible. Presente, no en el sentido de lo contemporáneo o de la época, o del tiempo que nos toca vivir. Presente, con el signo de lo que acaba de pasar y no es pasado. Presente, bajo la inquieta sensación de lo que vendrá y no es futuro. Presente como la palabra dicha y ya ineficaz, ya yaciente. La actualidad es una de las caras visibles del presente, pero los medios la han secuestrado haciéndola pasar como actual asesinato, actual político, actual sismo, actual tragedia, actual tránsito, actual tiempo y temperatura. Pero actualidad no es presente. No está presente. Está impuesta, es su impostora. En el presente recibimos con pasividad la actualidad, no es lo actualizado nuestro porque aún no lo sabemos. Tampoco el presente es lo vigente. La vigencia de lo que se hace, lo que se dice, lo que se piensa, lo que se cree, lo que se escucha, tiene más que ver con cómo alguien se hace presente y no tanto con su presente. Hay formas de hacerse presente que, inclusive, nada tienen que ver con el presente. Ficciones de identidad, por ejemplo. O ejercicios de desplazamiento. ¿Acaso se piensa el presente, en el presente? ¿O es pura maquinaria de sensación y percepción, aún no pensamiento? El presente mira, sobre todo. Y escucha, además. Los ojos y los oídos están en el presente. Y la piel, no la envoltura, no la epidermis recelosa, la piel de porosidad sin límites. ‘Cuerpo presente’, la única expresión verosímil; mucho más que ‘estar presente’ o ‘presentarse’ o ‘hacerse uno presente’ o decir: ‘presente’. Los ojos miran y es el único momento en que mirar quiere decir no juzgar, no interpretar, no inferir, no dictaminar, no interpelar. Los oídos escuchan y es la única vez en que escuchar quiere decir dejar pasar uno a uno los sonidos cuya llegada es irrefrenable. La piel recibe, no ejecuta, no elabora, no transforma sensación en sentimiento, ni pasión en pasaje, ni padecimiento en sufrimiento. Sin embargo, enseguida, súbitamente, se hacen presentes las palabras. Y toman cuenta de los ojos, los oídos y la piel. Las palabras alrededor y dentro de la mirada. Las palabras en medio del escuchar. Las palabras que deciden cómo sentir lo sentido, cómo percibir lo percibido. Las palabras están antes o después del presente. Se conjugan en dos tiempos: una cada vez más remoto, otro cada vez más intangible. El único tiempo que asiste al presente, el gerundio, es el más efímero de los tiempos verbales: estar pensando, estar sintiendo, estar percibiendo, en fin: estar siendo. Y dejar de serlo. Por que el presente es un murmullo ininteligible, el más huidizo de los tiempos, un sonido que parece nombrar al mundo, pero que se repliega hacia la intimidad en busca de sosiego y respiración. Todo lo hace en un segundo y no admite que el segundo ya no es. Ya no se es ése sujeto que habitaba en ese segundo. En todo caso, el presente masculla, balbucea, tartamudea y gime destemplado. No hay silencio en el presente. Pero tampoco hay lengua constituida. Es intraducible el presente y está antes que la traducción la lengua que lo pronuncia.  Aún cuando todas las palabras del universo quieran ocuparse del presente para tornarlo actual, vigente, existente.  Y no hacen más que volverlo sordo, ciego, insensible. Incapaz de toda pretensión de quietud, de sosiego, de anonimato. Desfiguran el presente hasta hacerlo omnipresente.  

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