Nos desliza, nos detiene,
nos acelera, nos entorpece.
sin darnos pausa, desautoriza nuestra pereza.
Tiempo impertinente que irrumpe
en el silencio y en el bullicio.
En la calma de una caricia
y en la exaltación del carcajeo.
Tiempo acorralando nuestro Ser,
enajenando emociones y razones.
Tiempo que permite y que prohibe,
que anuda y que libera.
Tiempo que nos desafía al encuentro
con el otro, con nosotros.
Tiempo que en medio de la nada
o sumergido en una muchedumbre,
nos ofrece la posibilidad del suceso.
Más allá del resentimiento o el gozo
nos concede la existencia para que con ella,
goteándose en diferentes ritmos,
tengamos las treguas del durante.
Claudia Montero (2011)
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